Soledad e incomprensión: cómo puede afectar ser el primero de tus amigos en tener un hijo
Son muchos los padres novatos que sienten que sus amistades no entienden sus nuevas inquietudes, horarios o prioridades. Un cambio que también se vive de distinta forma entre padres y madres


Tener un hijo es algo que hoy está al alcance de pocos jóvenes (y no tan jóvenes). Existe una broma recurrente entre la generación que empieza a acercarse a los 30 años que consiste en no saber cómo reaccionar cuando un amigo te informa de un embarazo, si dando la enhorabuena o expresando preocupación. Algo parecido a ese episodio de Anatomía de Grey en el que Meredith Grey le cuenta a Cristina Yang su embarazo y esta reacciona con una pregunta: “¿Estamos contentas o vas a usar tu derecho legal para decidir?“, refiriéndose al aborto. Aunque sea sorprendente para algunos, hay gente joven que tiene hijos y que, además de a los retos que supone toda crianza, se enfrentan a ser los únicos en su grupo de amistades en ser padres, lo que puede generarles incomprensión o soledad.
Sara Noguera tiene cuatro hijos y fue la primera de su grupo en ser madre. Tuvo el primero con 26 años. “Sentí mucha soledad. Al principio de la maternidad no sabes con quién hablar o cómo hacerlo. Hasta ese momento todas las conversaciones y todo lo que podías compartir con tus amigas eran experiencias con las que todas nos podíamos identificar, pero cuando te conviertes en madre hay muchas dudas que te surgen. Aunque las compartas, te sientes incomprendida por parte de tus amistades. Y, de forma inevitable por ambas partes, te distancias un poco”, relata. Noguera, especialista en crianza respetuosa y conocida en redes como @kimudi_crianza —tiene más de 100.000 seguidores en Instagram—, explica que se debe aprender a buscar esa sinergia entre la nueva realidad y la anterior: “También da la oportunidad a tu entorno de descubrir lo que es [tener un hijo], que es una parte que antes o después ellos vivirán en sus carnes o a través de otros amigos”, explica quien también es una de las responsables del podcast de maternidad La Melonera.
La experiencia de Massiel Romero, que vive en Asturias y es madre de un bebé de seis meses, fue algo más cómoda. Ella recibió mucho apoyo de sus amigos al principio de la maternidad, pero matiza: “Hay algunos que, según va pasando el tiempo, no llegan a comprender que la logística para poder vernos o las circunstancias han cambiado. Aunque suene feo, hay que educarlos en ese sentido”. “Antes de que naciera mi hija”, prosigue esta mujer de 28 años, “era cuando más les tenía que recordar que ciertas cosas a un corto o largo plazo no las iba a poder hacer. Al principio te encuentras con comentarios de ‘¡Ah!, es cierto’. Otras veces los comentarios son menos empáticos. Es verdad que a veces notas cierta reticencia a que nuestra hija esté incluida en el plan, pero ya no hacemos planes en los que por horarios o por logística no podemos ir con ella”. Según ejemplifica Romero, ahora, en vez de ir a cenar se toman un vermú o “a veces solo hay tiempo para una llamada por teléfono”.
En cambio, esta nueva etapa vital ha sido muy positiva para Joaquín Fernández, marido de Romero. Él no ha tenido problemas en buscar nuevos horarios o planes para estar con sus amigos, a pesar de que su vida ha cambiado “claramente para mejor”, anota en referencia a su hija. “Al final, te adaptas a cualquier circunstancia y todos ellos lo han entendido”, prosigue, “me pusieron facilidades para poder vernos, como quedar más cerca de nuestra casa”. Romero cree que, cuando nació su hija, su marido sí que tuvo más comodidades para seguir viendo a sus amigos, aunque ahora esté “bastante equiparado”.
La psicóloga sanitaria experta en bienestar psicológico Elena Daprá asegura que este cambio se vive de distinta forma entre padres y madres: “Hay una diferencia notable en cuanto a la pérdida de amistades después de tener un hijo, y gran parte de esto se debe a que las madres suelen estar más involucradas en la crianza y enfrentan mayores expectativas sociales sobre su rol”. Daprá explica que la visión general es que si una mujer intenta recuperar su vida social, puede recibir críticas por no estar con su hijo y lo compara con la reacción cuando lo hace un padre: “Ahí suele verse como algo normal o incluso positivo”. Y pone como ejemplo el típico comentario de: “Él también necesita su espacio”. La psicóloga incide en que son las progenitoras las que sufren un mayor cambio de identidad porque sienten que dejan de ser “ellas mismas” y pasan a ser vistas solo como madres. “Esto puede hacer que se sientan desconectadas de sus amistades de antes, sobre todo si sus amigas aún no tienen hijos”, puntualiza la experta.
Romero reconoce que a veces se ha sentido culpable por dejar a su bebé y a su marido cuando podrían estar los tres en casa: “Creo que las madres sentimos más culpa cuando hacemos planes que no tienen que ver con nuestros hijos, al menos cuando aún son bebés”. Esta joven madre destaca que su pareja siempre le anima a apuntarse a planes de adultos mientras él cuida a su hijo, aunque ha notado que en otras familias no ocurre así: “No se trata tanto de quién sale y quién no, sino de quién prepara la logística para cada ocasión, la famosa carga mental”.
Para mantener las amistades, Daprá recomienda ser flexible y encontrar momentos para compartir con amigos en espacios que sean cómodos tanto para ellos como para la nueva rutina del bebé. “Para ello, es necesario que el esfuerzo sea mutuo”, continúa la experta, “puede que los amigos intenten incluir a los padres en sus planes, pero si estos rechazan muchas invitaciones, eventualmente pueden dejar de hacerlo”. La psicóloga anima a que exista una comunicación abierta en la que se explique a los amigos que aunque haya menos disponibilidad continúan siendo importantes.
“Una vida no da para tanto: no tenemos tanto tiempo como para poder atender a los hijos, al trabajo, a las amistades circunstanciales que se derivan de ahí y atender también a los amigos personales. Sacrificamos primero las amistades personales porque lo demás forma parte de la obligación del día a día y la amistad acaba orillada en los márgenes”, relataba el escritor Fidel Moreno, autor de Mejor que muerto, en un artículo publicado el pasado mes de febrero en EL PAÍS. Noguera coincide con que encontrar ese tiempo es complicado: “Cuadrar horarios es difícil sin tener hijos, imagínate teniéndolos. Notas que a la gente le cuesta mucho comprender que no es que no quieras hacer las cosas, es que las que te ofrecen, a veces, no pueden encajar con tu realidad”. “Por ejemplo, si cenamos un martes a las nueve de la noche y yo a las diez me estoy yendo, me perderé la mitad de la cena”, continúa, “no me compensa quedarme hasta más tarde sabiendo que a lo mejor se me complica la noche por mis hijos o que al día siguiente estarán despiertos a las siete de la mañana”.
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